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ISSN 1989-4163

NUMERO 28 - DICIEMBRE 2011

Hermes

Ricardo Triviño

Peeters relató su experiencia con el SIDA de manera magistral en Píldoras azules. König ya había hablado de la enfermedad antes en Superparadise, demostrando que tiene talento para jugar tanto con la comedia como con el drama. Gallardo y Roca, premio nacional de cómic de Cataluña 2008 y premio nacional de cómic de España 2009, obtuvieron sendos galardones gracias a sus historietas sobre el alzheimer (Arrugas) y el autismo (María y yo). Y ahora llega Ken Dahl y nos habla del herpes...

El alzheimer, el autismo o el cáncer tienen ese componente fatalista y trágico que los ennoblece socialmente. Tocar el herpes es otra cosa. El herpes es una ETS (enfermedad de transmisión sexual) que, a diferencia del VIH, no tiene una película con Tom Hanks y Denzel Washington, un tema de Bruce Springsteen y dos Óscar a sus espaldas. No se le han dedicado páginas ni celuloide ni canciones, no se ha hablado de ello públicamente. A base de tiempo, el SIDA se ha acercado al gran público, demostrando que los enfermos no son bichos raros ni apestados. En cambio, tener herpes se sigue relacionando con la promiscuidad y la prostitución.

Es más, el herpes (herpes simple, VHS) duele pero no mata. Raramente lo hace en una persona con el sistema inmunológico sano. Se entiende así más como un castigo reprobatorio que como una sentencia capital de juez incomprensible. Desde fuera, no se ve como inevitable sino como consecuencia de un tren de vida poco virtuoso. Y, no obstante, el 80% de la población adulta puede que lo tenga sin saberlo y haberlo contraído de manera no sexual. Pues el virus puede hallarse en el cuerpo sin manifestar sus síntomas de úlceras, erupciones o ampollas en la piel. partiendo de aquí, ¿cómo hacer para que esta antiestética infección caiga simpática?

Al igual que Peeters, el hawaiano Ken Dahl (pseudónimo de Gabby Schulz) parte de una historia biográfica y, como el suizo, hace gala de su imaginación ilustrando los alucinógenos miedos del protagonista. Si a Peeters se le aparecía un rinoceronte, a Dahl le persigue una invasiva masa informe e inacabable de virus. El protagonista se convierte en un perro baboso fruto de un deseo sexual irreprimible o ve crecer un agujero enorme de vacío en el centro de su pecho. El dibujo, que al principio parece prometer menos de lo que luego ofrece, se enriquece con estos juegos de estilo y con unos collages a página completa que, pese a lo que retratan, son una verdadera maravilla.

Ponent Món reproduce el diseño original de la edición en inglés de Secret Acres, correalizada entre el propio autor y Joseph Lambert (I will bite you!). En rústica y en blanco y negro, en un cómodo formato de 17x17, se recopilan doscientas páginas de humor ácido con lo mejor del dibujo underground y del relato personal. La diferencia de la obra de Dahl, o de Peeters, con otras es su capacidad de universalizar una experiencia única, sin dramatizar ni aburrir ni tampoco mirarse el ombligo. Dahl es franco, humaniza al virus y sus portadores. Nos dice que vayamos con cuidado pero que tampoco nos obsesionemos. ¿Qué se gana con ello? Tú que estas leyendo esto ahora, puede que ya lo tengas. ¿Y qué?

 

Hermes

 

 

 

 

 

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